sábado, 14 de junio de 2014

Cuando alguien escribe un texto, aunque nadie lo recuerde y se pierda en el tiempo, perdura y vive para siempre esperando llegar a las manos de un nuevo lector, ya sea una carta antigua que un nieto encuentra en una caja, una receta de una madre o un trabajo realizado hace diez años.
Cuando alguien escribe se conoce más a sí mismo y parece que el texto nos explorara a nosotros, y esa sensación es muy bonita.