domingo, 30 de noviembre de 2014

El abuelo en la misión Apolo 11.

Nada había que no hubieras sido, abuelo. Me quedaba fascinada escuchando tus historias, esas interminables narraciones de tus fabulosas aventuras donde hacías cosas imposibles; no le preguntaba nada a la abuela, me gustaba creer que realmente fueron así, como si estuvieras metido en un cuento. Algunas veces los finales se encontraban con mis ojitos cerrados por el sueño,  y al día siguiente me trepaba a tus rodillas pidiéndote que lo contaras de nuevo.

Mis 24 años no van a olvidarse nunca de tus grandes pies hundiéndose en las nieves eternas de los bosques, en los filos hielos perennes del Polo; ni de tu solitaria embarcación azotada por los vientos mientras dabas la vuelta alrededor de la tierra y conocías islas remotas habitadas por gigantes o por minúsculos enanos, que ya no usabas porque estaba un poco rota y tú un poco mayor. Ni de que todos los invernaderos del Mar de Alborán eran tuyos, y trabajabas en todos. Aunque también hay que decirlo, cuando dejé de ser chica supe que todo esto en realidad era un poco diferente… Los viajes los hacías en micro buses, y acompañado de más gente. Que España, y Europa pueden ser enormes para una niña de 8 años y me asombraba pensar lo lejos que habías estado. Que en realidad tu solitaria embarcación azotada por los vientos era una barca común. Y que tenías muchas tierras, la verdad, pero no todas.
Pero me gustaba más cuando no lo sabía… Me gustaba cuando tú me lo contabas.

Y aquel país, abuelo, en donde crecían árboles con forma de juguetes, plantados anualmente por Papá Noel y puntualmente cosechados en Diciembre… que después entregaba en las casas de los niños que se habían portado bien. Yo pensaba todo el rato que mientras cenábamos toda la familia contigo y con la abuela, Papá Noel podría estar ya pasando por nuestra casa. Y recuerdo que bebía mucha Coca-Cola con los primos para no quedarme dormida y que a mamá no se le ocurriera llevarme directamente a la cama al llegar a casa, y así poder estar despierta y subir las escaleras deprisa para abrir los regalos.

Abuelo con caramelos en los bolsillos y gominolas en la despensa, con monedas especiales para mis bolsas de gusanitos, siempre paciente y sereno para contestar a todas mis preguntas.

Abuelo de cara sonriente, con tus ganas enormes de caminar por el mundo.
Abuelo, que no tuviste tiempo de decirme adiós la noche en que tu corazón se detuvo, ya cansado de tanta aventura, de tanta vida vivida plenamente.

Ya sabes que yo también viajé mucho, cuando era pequeña viajaba para competir, y siempre me dabas consejos… Te quedabas impresionado de cómo siendo tan pequeña iba a viajar fuera de España. Pero no sabes que también viajé a Inglaterra, viví 6 meses en Argentina, y visité muchos sitios más. Que voy a tener mil historias para contar a mis hijos y mis nietos… Y espero hacerlo tan bien como lo hacías tú. Porque cada vez que estuve al borde del aburrimiento… me trepaba a tu barca y recorría los mares, o caminaba por las montañas, o le ayudaba a Papá Noel a sembrar las semillas de los árboles de juguetes.
Heredé tus caramelos, siempre llevo dos o tres en el bolso, y seguro heredé tus ojos que sabían ver las cosas más hermosas del universo y de la vida. Y todas tus ilógicas historias que seguro les contaré a mis hijos algún día.

Pero abuelo, también quiero decirte una cosa: tan compinche, tan amigo… y no me dijiste que estuviste en la Apolo 11.
Como la mayoría de los seres de la tierra, he visto el video de esta misión espacial.
Se abrió la escotilla… y ¡eran tus pies!, bajando por esa escalera, y de repente se posaron en la Luna.
¡Es el abuelo!- Dije- El abuelo que quién sabe con qué artimañas convenció al astronauta para que le dejara el puesto de comando…
¿Quién dices que es?- preguntó mamá.
Emm… Armstrong- respondí.
No podía decirles la verdad, este último secreto es solamente tuyo y mío abuelo.

Mis 24 años no te han dejado ni un segundo, pase el tiempo que pase siempre estarás con nosotros. Y este año levantaré de nuevo una copa de champán y brindaré con la familia por el primer hombre que puso sus pies en la luna.
Por ti abuelo. 

Te quiero y te extraño.