lunes, 15 de febrero de 2010

¿Qué tal andamos de odios? :S


Tengo muy claro lo que quiero, pero cuando pienso en las cosas que odio se me hace difícil enfrentarme a un folio en blanco...
-Odio madrugar, aunque sean las 6 de la tarde, si tengo sueño al despertarme para mi es madrugar.

-Odio cuando estoy haciendo una pizza y me doy cuenta de que no me queda queso.

-Odio hacerme un bocadillo buenísimo y que otra persona le de el primer bocado.

-Odio tener miedo.

-Odio no poder hacer bien lo que quiero.

-Odio que me engañen.
-Odio no poder ir a otro país y perderme.

-Odio ir conduciendo y que me piten por algo que no es culpa mía. Los estrellaría a todos.
-Odio cuando pierdo algo, me tiro media hora buscando y luego está a la vista.
-Odio que se metan en mi cama. (En el buen sentido, no se, soy rara.)

-Odio perder el tiempo en tonterías.

-Odio no poder tener más vidas paralelas a esta.

-Odio tener que ver la miseria que hay en el mundo.

-Odio ser tan maniática.

-Odio no poder tocar tan bien como Eric Clapton, Jimi Hendrix o Slash.

-Odio vivir en las nubes y no darme cuenta de la realidad.

-Odio no tener dinero para todo lo que me gustaría hacer.

-Odio ser tan conformista.

-Odio cuando necesito fumar y veo que no me queda tabaco.

-Odio que el tiempo vaya tan deprisa.

-Odio la rutina del día a día.

-Odio ir al invernadero.
-Odio estar manchada de arena, meterme al agua para quitarla y volver a mancharme al salir.
-Odio quedar y que la otra persona llegue tarde.
-Odio las bromas.

-Odio cuando las cosas no salen como me gustaría.
-Odio que la gente crea conocerme cuando no es así.
-Odio ser tan tonta a veces.

-Odio quedarme sola a oscuras.

-Odio estar lejos de casa.

-Odio saber que nada es para siempre.
-Odio la gente, su arrogancia, su egoismo... qué asco.

-Odio los bichos :S
-Odio esperar en el aeropuerto.
-Odio dar tanto y apenas recibir.
-Odio no poder sacármela de la cabeza.

viernes, 12 de febrero de 2010

Mágico y efímero.

El día muere, todo apasionamientos y morbideces sensuales.
La ciudad se rodea de ruidos blandos, el cielo es de corazón de esmeralda, y el río pasa rápido, agitando rosales, árboles de amor, huecos en su interior, adelfas y madreselvas. El celeste, el amarillo cálido, el morado frío, el gris, son dolores y suspiros a través del maravilloso encaje de los eucaliptos, que mueven sus cabezas muy lentos sintiendo la vaguedad del crepúsculo. Las sombras se abrazan y van ocultando el fondo de color y, al llegar la noche, sólo son blancura las estrellas y las flores…

Entonces mi corazón estalla en amor a todo y mi ilusión sería ser agua para siempre andar mudando de visión, o ser color de poniente para inspirar dulce melancolía a los demás. Cuando el sol se funde con el monte, se despierta la melancolía y, envuelta en sus mantos de éter y fuego de estrella, se esparce por los jardines y los ríos, besando a las almas con su olor de todas flores. Los ojos se tornan estáticos y mudos, las manos son dos llamas dulcísimas. En esos instantes saturados de pensamientos, quisiera ser piano para decir mis deseos. En esos momentos supremos de desbordamientos y desfallecimientos cálidos…

Todo soy desmayos, todo amores, todo soy pureza y sensualidad. Todo se derrite en músicas, en olores y en lejanías. Por eso cuando siento llegar el crepúsculo se apodera de mí el miedo…pero inconscientemente penetro en el jardín para llorar de nada y llorar por todas las cosas en la hora sin palabras de la tarde. En esa hora todo me parece de lejos… En esa hora el principio de los principios es como una interrogación. En esa hora me adormezco entre los rosales, pero llena de temor…si en esos momentos a mi mente viniese un recuerdo tuyo, mi alma sería como el brillo de la luna…

La pasión se besa con la imaginación… ¿Qué será de esto que tengo que no es materia? ¿Morirá o se la comerá el pero del amanecer? ¡Tarde de colores y de pasión! ¡Tarde de pensamientos y silencios! La imaginación me atrapa con sus alas de aire azul, y camino por esta senda, y lo afronto con entereza… La tarde se retuerce de tanto olor y suavidad. Todas mis ideas, todas mis inquietudes…mis sentimientos…El río corre más fuerte, el aire tiembla, en el fondo, allá entre las nubes, unos ojos me miran apasionados; después unos labios carnosos…me voy a desbordar de pasión y pensamiento… El aire inquieto levantó a las palomas, tronchó amapolas y me trajo olores de clavel y azahar, una mujer…unos senos con velos de jazmín… ¡Qué temblor en el cuerpo y qué luz en los ojos!



jueves, 11 de febrero de 2010

Comienzos...

No me había dado cuenta de todo el tiempo que había pasado, aquél cuerpo postrado a los pies de la cama no era yo, mi mente había viajado meses atrás, mi historia no duraba sólo una hora, estoy seguro de que si el timbre no me hubiese sacado de aquella fantasía me podría haber quedado allí toda la noche. La cena malísima, como todos los viernes. Ese pescado parecía recién sacado del puerto, aún olía a mar, quizá tuviese un buen sabor, pero no era capaz de comerlo. Después de cenar solía jugar al póquer con Ángel y César, no estaba permitido en el internado, el director opinaba que nos incitaba al derroche, a la mala vida, nunca comprenderé porqué, allí dentro no teníamos nada de valor que poder apostar. Pero esa noche no fui con ellos, me debía un paseo, pensé que me sentaría bien alejarme un poco; no había recogido el desorden, cuando volviese a mi cuarto lo haría, vería las cartas y mi cabeza se llenaría de recuerdos...tal vez más tarde... Me decidí por el Parque “Tenebroso”, así lo llamaba yo, estaba lleno de árboles altísimos, poca gente paseaba por allí a media noche, y los que lo hacían se dirigían a otros lugares. Varias leyendas se contaban de ese parque, a veces me gustaría introducirme en ellas, verlas de cerca, sabía de mi miedo, pero no del miedo de los demás...
Pero ese sitio era seguro, no tenía duda, iba allí cada vez que quería pensar, y por lo visto esa noche quería, sentía la necesidad de quedarme allí, sabía lo que me esperaba si volvía a mi habitación
. Las calles estaban frías, el aire me congelaba la cara, y las manos dejaron de responderme. Caminé alrededor de media hora, podría haber llegado antes pero quise hacerlo más interesante y me dirigí al casco viejo, no esperaba encontrar nada allí, pero en ese punto de la ciudad el olor era distinto, las calles no estaban asfaltadas y las casas eran más bonitas. Finalmente llegué al parque, no solía haber mucha gente pero esa noche estaba más vacío de lo habitual, supuse que era por el frío. De repente, observé un camino que se habría paso entre los árboles, un camino por el que nunca había ido, conocía cada uno de aquellos matorrales y juraría no haberlo visto en los días que estuve por allí, una intensa niebla me impedía ver qué tipo de camino era, ¿a dónde conduciría?, ¿por qué no lo vi antes?; alguien me seguía, notaba su respiración estrellándose en mi nuca…