jueves, 11 de febrero de 2010

Comienzos...

No me había dado cuenta de todo el tiempo que había pasado, aquél cuerpo postrado a los pies de la cama no era yo, mi mente había viajado meses atrás, mi historia no duraba sólo una hora, estoy seguro de que si el timbre no me hubiese sacado de aquella fantasía me podría haber quedado allí toda la noche. La cena malísima, como todos los viernes. Ese pescado parecía recién sacado del puerto, aún olía a mar, quizá tuviese un buen sabor, pero no era capaz de comerlo. Después de cenar solía jugar al póquer con Ángel y César, no estaba permitido en el internado, el director opinaba que nos incitaba al derroche, a la mala vida, nunca comprenderé porqué, allí dentro no teníamos nada de valor que poder apostar. Pero esa noche no fui con ellos, me debía un paseo, pensé que me sentaría bien alejarme un poco; no había recogido el desorden, cuando volviese a mi cuarto lo haría, vería las cartas y mi cabeza se llenaría de recuerdos...tal vez más tarde... Me decidí por el Parque “Tenebroso”, así lo llamaba yo, estaba lleno de árboles altísimos, poca gente paseaba por allí a media noche, y los que lo hacían se dirigían a otros lugares. Varias leyendas se contaban de ese parque, a veces me gustaría introducirme en ellas, verlas de cerca, sabía de mi miedo, pero no del miedo de los demás...
Pero ese sitio era seguro, no tenía duda, iba allí cada vez que quería pensar, y por lo visto esa noche quería, sentía la necesidad de quedarme allí, sabía lo que me esperaba si volvía a mi habitación
. Las calles estaban frías, el aire me congelaba la cara, y las manos dejaron de responderme. Caminé alrededor de media hora, podría haber llegado antes pero quise hacerlo más interesante y me dirigí al casco viejo, no esperaba encontrar nada allí, pero en ese punto de la ciudad el olor era distinto, las calles no estaban asfaltadas y las casas eran más bonitas. Finalmente llegué al parque, no solía haber mucha gente pero esa noche estaba más vacío de lo habitual, supuse que era por el frío. De repente, observé un camino que se habría paso entre los árboles, un camino por el que nunca había ido, conocía cada uno de aquellos matorrales y juraría no haberlo visto en los días que estuve por allí, una intensa niebla me impedía ver qué tipo de camino era, ¿a dónde conduciría?, ¿por qué no lo vi antes?; alguien me seguía, notaba su respiración estrellándose en mi nuca…

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